I. P. L.
La salvación, está claro, se encuentra en unos cuantos términos municipales repartidos por la geografía española. Habría que remontarse al momento en que se constituyó la DO Cava -incluyendo a la mayor parte de las localidades que elaboraban vinos espumosos- para entender mejor esa historia y las posteriores reclamaciones judiciales de los excluidos. Hoy la palabra cava aparece en las botellas de dos pueblos zaragozanos, Ainzón y Cariñena, y en la producción de Bodegas Langa situada en Calatayud. También en los espumosos de Almendralejo (Badajoz) y además en muchas otras provincias.
Igualdad de condiciones y muy diferentes posibilidades de expansión. El cambio climático ha afectado gravemente al Penedés en los últimos años. La zona con más elaboradores, prestigio y hectáreas de viñedo de todo este complejo mundo. Y la que con algún apoyo se ha opuesto, como paso previo seguido por el Ministerio de Agricultura, a que Extremadura cuente con mayor superficie de viñedo. Las sentencias, sin embargo, han sido favorables a los intereses de esta última comunidad autónoma.
Un enrevesado “vivir para ver” sobre el que las organizaciones agrarias llevan tiempo expresando el temor de que con una producción excesiva no se alcancen precios justos para la uva del cava. Ahora, al igual que la realidad, las normas que rigen la denominación de origen han cambiado. Una especie de proceso liberalizador que abre la puerta a utilizar (previa autorización y control de calidad) un 15 % de uvas “situadas en parcelas dentro del territorio de la D.O. CAVA no inscritas en el registro de explotaciones vitícolas”.
Y junto a ello, la posibilidad, que ya existía, de comprar mosto, vino y botellas en fase de elaboración (no parece que exista el cava a granel a pesar de la insistencia de algunos medios) dentro de esa denominación de origen discontinua y supraautonómica. La tendencia, recogida ya con cifras por la prensa, es que Extremadura sea el origen y Cataluña el destino.
Foto: DO Cava