I. P. L.
Es de origen aragonés, ha creado un ilustre linaje (se trata de la madre del tempranillo) y sigue siendo, salvo excepciones, una enorme desconocida. Ahora, las conclusiones de un estudio del IVICAM (Instituto de la Vid y el Vino de Castilla-La Mancha) que comenzó años atrás podrían convertirla, por su aptitud para soportar el cambio climático, en la gran esperanza tinta. La búsqueda de variedades afines a la tempranillo ha llevado a ese centro de investigación a considerar a la benedicto y a la moribel, ambas emparentadas con la tempranillo, “como alternativas prometedoras de futuro”.
En muchas zonas meridionales de la península las producciones de tempranillo se están viendo seriamente afectadas como consecuencia del cambio climático, señala el IVICAM en un comunicado. Benedicto y moribel (progenitor y descendiente) “podrían ser variedades más adecuadas para el cultivo bajo las condiciones de estrés térmico y sequía que serán cada vez más habituales”. En menor medida, la moribel también sobrepasa a la tempranillo en atributos como la acidez y el pH. Y aunque su perfil organoléptico es similar “los catadores manifiestan una clara preferencia por los vinos de benedicto y moribel”, concluyen.
El Centro de Transferencia Agroalimentaria de Aragón solicitó en 2016 y obtuvo cinco años más tarde la inclusión de la benedicto en el Registro de Variedades Comerciales. Además de en esa comunidad autónoma, que mantiene un programa de elaboraciones experimentales, hay cepas octogenarias de benedicto, recientemente identificadas, en los viñedos de Familia Luis Cañas (que permiten producir diecisiete botellas al año) y en Dominio de Cair, su bodega en la Ribera del Duero.