IGNACIO PÉREZ LORENZ
Su historia resume otras historias. El vino, Burdeos, sus premiers crus, la pintura y la enología contienen en su recorrido claves escritas por Château Mouton Rothschild y alguno de sus propietarios. Especialmente, por el barón Philippe de Rothschild que en 1922, con veinte años, fue el primero en controlar todo el proceso de elaboración. Su vino pasó a ser embotellado en la bodega (mise en bouteille au château) dejando a un lado a quienes hasta entonces lo hacían, los négociants.
Esa decisión le permitió, además, unificar las etiquetas reproduciendo en ellas la obra de un gran pintor. Un nuevo cambio que, por presiones de los négociants, tuvo que suspender. Retomó esa iniciativa en 1945 imprimiendo un dibujo con la “V” que celebra la victoria de los aliados. A partir de allí, artistas consagrados como Braque, Chagall, Kandinski, Warhol y Bacon o los españoles Picasso, Miró, Tàpies y Barceló cubrieron con otros colores una parte del rojo burdeos de las botellas.
Hoy Mouton Rothschild es, entre los grandes vinos de esa zona, uno de los más solicitados en nuestro país y uno de los más difíciles de conseguir por los importadores. Así lo puso de manifiesto François Passaga, Le Patron de FAP Grand Cru y anfitrión de una cata en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a la que asistieron medio centenar de profesionales (sumilleres en su mayoría) llegados de toda España. Una cita marcada por el silencio, y casi el recogimiento, especialmente cuando se sirvieron en las copas vinos como Mouton Rothschild 2009, disponible en tiendas a unos 1.200 euros la botella. Un tinto con fuerza y marcado carácter realzado por su suavidad y finura. Exhibe profundidad, grandeza, opulencia y un especial encanto matizados por notas a fruta negra (grosellas, moras), regaliz y especias dulces.
La segunda marca, Le Petit Mouton 2015 (en torno a cuatrocientos euros), reproduce también seriedad, recuerdos a fruta, moka y humo además de la textura aterciopelada que caracteriza a los tintos de esa casa. Un vino menos estructurado que su hermano mayor pero igual de agradable y más fácil de beber. Su blanco, Aile d’Argent 2021 (otros cuatrocientos euros) es un destacado ejemplo de la categoría que pueden alcanzar la semillon y la sauvignon blanc en aquellas tierras. Le distingue una profusión de delicados apuntes a flores, frutas (melón, albaricoque…) y plantas aromáticas que envuelven a un vino complejo, fresco, muy expresivo y con enorme capacidad de seducción.
En otras colinas de Pauillac próximas a Mouton Rothschild se encuentran dos bodegas pertenecientes a lo que ahora es un grupo internacional, Château d’Armailhac y Clerc Milon, que representan la oportunidad de acercarse a ese clasicismo bordelés por menos dinero. Armailhac 2015 (80 euros), perfumado por aromas a zarzamora, arándanos y cerezas, resulta maduro, intenso y jugoso. Pastourelle de Clerc Milon 2018 (en torno a 45 euros), potente y tánico, muestra recuerdos a cassis, cacao y café sobre un fondo de fruta negra señalado por su frescor balsámico.
El primer vino de ese château, Clerc Milon 2018 (unos 110 euros), es una tentación para coleccionistas. Un excelente tinto -maduro al igual que el resto-, redondo, sugerente, sensual y cargado de fruta (moras, grosellas). Puso fin a la velada una botella tremendamente aromática (flores, membrillo, frutas confitadas y piña) que recoge lo mejor del estilo de Sauternes y Barsac. Château Coutet 2019 (52 euros), situado en la comuna de Barsac, logra sumar la influencia de la podredumbre noble y su dulzor con un destacado frescor. Combinación que lo convierte en un blanco algo más delicado y muy gastronómico además de especialmente apetecible y recomendable.