I. P. L.
Dicen que serán más de un millón de medias botellas las consumidas en los ocho días que dura la Feria de Abril. Y unos doce, en las ferias andaluzas que se sucederán en las próximas semanas y en los próximos meses. El fino y la manzanilla tienen en abril su agosto. Y los consumidores un motivo de alegría compartida en todas las formas que imaginarse pueda. Incluida la pasión por el rebujito que desvirtúa esas bebidas pero que pone a disposición de algunos grupos, generalmente los más jóvenes, un trago refrescante y con mucho menos alcohol que forma parte de los ritos de la tribu.
Hay también desde la sana envidia otra forma de acercarse a esas botas sanluqueñas, jerezanas, portuenses o del resto de los municipios que forman parte del Marco de Jerez. Y es brindar con una botella bien templada por aquellos que tienen la suerte de encontrarse en el recinto ferial. También por los que desde cualquier lugar del mundo añoran esa fiesta, sus luces, la música, el baile, el aroma a hierbabuena y, como no, sus vinos: el fino y la manzanilla.
Todos esos recuerdos se pueden encontrar dentro de una copa -la adecuada y no necesariamente muy pequeña- y de manera quizá más sofisticada que en aquellas casetas y en otros muchos establecimientos sevillanos. Cubitera, con agua y hielo. Frío, el justo. Marca de garantía y a ser posible en rama. Un paraíso para los sentidos y una invitación a rememorar todas aquellas ocasiones en que un vino, uno de estos vinos, nos ha acompañado durante esos momentos en los que fuimos algo más felices.