IGNACIO PÉREZ LORENZ
Es una sucesión de experiencias vitales y una suma de influencias que recibe en esta estación la llamada de la alegría y de la luz. Hasta entonces ha vivido en silencio protegido por los muros de las bodegas. Y también, por sus altos techos, los vientos favorables, la humedad provocada sobre sus suelos arenosos, la madera de sus botas y el velo que surge en su superficie.
Solo así aquel vino nacido de cepas plantadas en tierras albarizas establecerá una alianza con el tiempo para que levaduras y cabezuelas vayan transformando sus componentes y dejando marcada la impronta de la crianza biológica. Color poco subido, paladar especialmente amable, textura cremosa y la característica sensación punzante que reviste a sus aromas.
El resto, no es tampoco fácil ni sencillo. Hay que tener la experiencia y conocimientos del maestro Antonio Flores para saber elegir las mejores botas, las más expresivas; aquellas que han permitido desarrollar con mayor intensidad la flor. Y, por último, embotellarlo sin perder ni un ápice de su sabor: en rama, sin filtrar ni clarificar, para que en la copa siga siendo como fue.
El final, la sorprendente combinación de fuerza y delicadeza ofrecida por este vino amplio, profundo y lleno de matices que combina notas dulces y amargas con curiosos recuerdos cítricos. Un fino irrepetible que cada año cuenta nuevas historias. En esta ocasión, la de un curso sin invierno en el que ha disfrutado -para hacer disfrutar- de una especie de eterna primavera.
Bodega: Tío Pepe
Web: https://www.tiopepe.com
DO: Jerez
Variedad: palomino
Alcohol: 15 %
PVP: 18 euros