Era mucho más fácil. Y también más enriquecedor y más divertido. Para qué o por qué complicarse la vida, como muchos han hecho en este país, diciendo que has alcanzado una maestría que no posees o que has escrito un libro o una tesis de la que no eres autor. Mejor, seguir una senda de otro tipo que te lleve a la jerezana calle Ciegos, una de las más bonitas del mundo como dicen los concursos y corroboran cuantos la recorren.
Es allí donde te puedes tropezar ahora con los alumnos de una nueva edición del Sherrymaster by Tío Pepe. Miles de años de historia, de cultura, de desarrollo y de influencia del cruce de civilizaciones que es Cádiz y sus vinos recorridos por un puñado de sabios. Y al frente de ellos, el análisis certero, la referencia en tono poético y el saber y saber estar de un veterano en esas lides, Antonio Flores, enólogo y master blender de González Byass. Un “hacedor de vinos”, como gusta hacerse llamar, que presume de haber nacido en Bodegas Tío Pepe y define su vida como vino y pasión.
El breve viaje (uno se quedaría a vivir entre esas paredes) y la inmersión -en todos los sentidos- en el jerez y cuanto le rodea dura dos días, 7 y 8 de septiembre. Viña, vendimia, bodega, archivo, catas o gastronomía -y también el estudio de las moléculas del fino enamoradas o seducidas por las moléculas de determinadas creaciones culinarias- son algunas de las apasionantes asignaturas que tendrán que superar los participantes en esta novena edición.
Teoría y práctica que evocan a aquellas escuelas que les precedieron en otros ágoras y que permiten encontrar y disfrutar de la magia que encierra una bota, un catavinos y una venencia adecuadamente manejadas. Al final, quienes llegaron como simples apasionados saldrán dispuestos a seguir practicando y extendiendo esa verdad que encierra el jerez. Y podrán asegurar que tienen, de verdad, un máster. Para algunos, el único, el mejor, el más original y el más práctico: el que permite transitar por la vida un poco más feliz.