Tendrá algo de disparo de un cohete anunciador; de preludio de una fiesta convocada por la palabra, la experiencia y el arte de Josep Roca. Un hombre, acertadamente nombrado maquinista del año en un barrio llamado de la Estación, que dirigirá una cata a las siete de la tarde de hoy viernes en la marquesina de Bodegas Bilbaínas (Viña Pomal).
Pitu Roca, como es conocido el sumiller y copropietario de El Celler de Can Roca, recorrerá la vida del vino desde el campo y la uva hasta la emoción de la copa. Un viaje por los grandes años benignos, 1970, 1973, 1985 y 2009, cuando el calor era una bendición, hasta llegar, pasando por las temperaturas extremas del 2003, a la fría añada 2013. “Para el sumiller, cada botella es un mensaje, una gota para el alma”, dice.
Y unas horas después, a las 11 de la mañana del 18 de junio, se abrirán las puertas. Un río controlado y limitado de enoturistas llenará esas calles y esas bodegas para ver, aprender e impregnarse de la ciencia y la magia del vino y sus labores. La doma y el tostado de las barricas, el degüelle de los vinos espumosos y la trasiega de los tintos de larga crianza. Oficios anclados en esa parada del camino de hierro destinada a enviar vinos a otras gentes y a otras tierras. Y que reunió hace más de un siglo en un rincón de Haro a firmas que hoy imparten su magisterio. Los oficiantes de una cultura que mañana desvelará, a unos cuantos, sus misterios.