Alejandro Fernández nos dijo adiós

Sus últimos años, en permanente conflicto con una parte de su familia, no hacen justicia al retrato de este hombre hecho a sí mismo. En los jardines de una de sus bodegas (con su mujer llegaron a crear cuatro) exponía aquellas máquinas agrícolas que había inventado. Era una época en que las gentes de la Ribera del Duero plantaban remolacha y arrancaban viñas. Él, que amaba el vino, se adelantó a su tiempo plantando viñas. 

Hizo vinos distintos, cargados de color y de fuerza, que entusiasmaban a medio mundo. Una revolución que fue para muchos la forma de descubrir o de rendir homenaje a los tintos de la Ribera del Duero. Entre esos muchos, Robert Parker o Julio Iglesias. Pesquera, su marca, abría puertas. Y en Madrid, por ejemplo, abrir un restaurante sin que estuviera su vino, por entonces difícil de conseguir, era inconcebible. Vinoselección, en sus mejores años, fue otra de las casas que apostó sin medida por él. 

Cambió muchas cosas y no llegó a entender otras. Aquella revolución que había iniciado la continuaban otros y de otra manera. En esa denominación, su denominación, la potencia de aquellas uvas comenzaba a combinarse con la caricia, más delicada, de la madera francesa. Era uno de los cambios impuestos por una vanguardia enológica que lo fue convirtiendo en un clásico. Un mundo cambiante contra el que ya no tendrá que luchar. Y en el que brilló, durante bastante tiempo, como el que más.