Ojo de Gallo 2018, un hallazgo compartido

Es un directo y delicioso retorno al pasado. A un mundo de sabores auténticos pero por desgracia perdidos. Y también, la demostración de que hubo otra Ribera del Duero donde hoy se alza, desde 1982, esa denominación de origen. Una época consagrada a los viñadores, a sus prácticas ancestrales y a su forma de crear vinos que eran considerados un alimento más. 

Se caracterizaban por  un frescor que les ayudaba a perdurar y además a ofrecerse como una bebida refrescante. Razones que justificaban sobradamente su existencia. Eran claretes que permitían a cada localidad y a cada viticultor disputar el orgullo de ser el mejor: de combinar como nadie, ya desde la viña, variedades tintas y blancas para ofrecer alegría en cada trago. 

Así nacieron estos rosados con tonalidades llamadas ojo de gallo que ahora recupera, como nombre, como estilo y como coupage Ricardo Peñalba en su bodega Torremilanos. Una versión ecológica y biodinámica (sin clarificar ni filtrar) a la que no se le añade sulfuroso. El resultado, un vino de precioso color, con delicados aromas a frutos rojos (grosella) que aparece envuelto en una interesante acidez. La presencia de otras frutas procedentes de las variedades blancas y la huella casi inapreciable de la madera acompañan a su intensa pero delicada expresión. Un hallazgo compartido que parece obligado agradecer. 

Bodega: Torremilanos
Web: https://www.torremilanos.com/
Variedades: tempranillo, viura, albillo, garnacha, bobal, cariñena, monastrell, malvasía y otras.
Alcohol: 13,5%
PVP: 19 euros