Le rodean sus más destacados vinos. Está a unos metros del salón de un hotel madrileño donde se celebra una cata, “Los 90 +”, que anualmente ofrece a sumilleres, periodistas y al Club de Cosecheros de La Rioja Alta, S.A. Guillermo de Aranzabal, presidente de este grupo de empresas, necesita, por la hora y por el exceso de trabajo de los últimos días, un café pero no rehúye la pregunta de qué vino se tomaría.
– ¡Uff! Difícil. Depende un poco de la hora del día, de lo que vayas a comer y de la gente con que estés. En principio para tomar una copita tú y yo debería ser un gran reserva, creo. Un vino de estos míticos, igual el 890 del 2005 o el 904 del 2010 que acaba de salir y está fantástico.
– ¿Por qué esos vinos?
– Son vinos para disfrutar más íntimamente. Tenemos otros que son más para compartir con familia, con amigos, en una comida… Pero cuando estás mano a mano con alguien al que consideras un amigo lo normal es tener un vino que sea un poco más sofisticado, más profundo, más intenso, más para sentirlo que para simplemente saborearlo lúdicamente o jovialmente.
– ¿Cómo vive los acontecimientos internacionales? (La entrevista está hecha unos días antes de que Donald Trump comenzara a disparar aranceles cual cowboy de película).
– Todo el mundo diría que con preocupación porque nunca sabes cómo van a acabar estas cosas. Del Brexit lo que tememos es que afecte al cambio de la libra pero por ahora vamos muy bien en el Reino Unido. En Estados Unidos hay una guerra comercial que no sabes cómo va a afectar a Europa y a los productos europeos en Estados Unidos pero por ahora vamos estupendamente bien. Tenemos allí dos oficinas pequeñitas de representación que trabajan con nuestros importadores y con clientes finales también y vamos subiendo ventas cada año.
– ¿Y el resto del vino español cómo los vive?
– El vino español tiene un problema de imagen, aunque su imagen ha mejorado mucho en los últimos quince años. Todavía está visto como un vino digamos barato o de una gran relación calidad-precio, pero no un vino de una gran calidad sin más, objetivamente. Eso es lo que le falta un poco. Para eso yo creo que se necesita también una red de restaurantes españoles en el extranjero de mucha categoría. Cada vez hay más, es verdad, y hay algunos españoles que están haciendo un trabajo impresionante en Estados Unidos, en Gran Bretaña y en Asia también. Pero nada que ver con la cantidad de restaurantes de calidad italianos o franceses que hay en el mundo.
– ¿Terminará la Rioja Alavesa por caminar sola?
– Creo que se ha exagerado mucho, que igual hay gente interesada en generar una situación un poco más alarmista de lo que realmente es. La realidad, a fecha de hoy, es que hubo una bodega que se fue del consejo regulador hace un par de años y yo no veo ningún ambiente proclive a eso. Sí veo un ambiente proclive a una diferenciación de los vinos de Rioja Alavesa, como también lo veo en la Rioja Alta. Esa zona tiene unas características distintas a las de Rioja Oriental o a las de Rioja Alavesa y es legítimo que intenten diferenciarse pero no veo detrás un trasfondo político y no veo que sea un movimiento que vaya a más sino al revés.
– ¿Cuántas bodegas tienen?
– Poquitas, poquitas. Nosotros tenemos La Rioja Alta, S.A. en Haro que tiene también un centro de producción en Labastida. Tenemos Torre de Oña en Páganos (Rioja Alavesa), Áster en Ribera del Duero y Lagar de Fornelos, que elabora Lagar de Cervera y Pazo de Seoane, en Rías Baixas. Hemos comprado ahora las instalaciones -dice recalcando esta última palabra- de una bodega del Barrio de la Estación de Haro pero ha sido más por aumentar nuestra presencia en el Barrio de la Estación, que creemos que tiene un potencial inmenso nacional e internacional. Es una oportunidad que ha surgido y que hemos aceptado pero en principio no tenemos un plan concreto para esa bodega.
– Dicen que en el futuro solo embotellarán con la marca de La Rioja Alta, S. A. las añadas excelentes o muy buenas. ¿Puede ser Rioja Santiago el destino de grandes vinos que no pertenezcan a cosechas glamurosas?
– No solo eso, sino que en los años que son teóricamente de no muy buena calidad como el 2013 por ejemplo, los vinos que hubiesen ido destinados al 890, al Viña Ardanza o al 904 van a otros vinos más jóvenes. Con lo cual esas marcas salen beneficiadas. Sí, nosotros en el futuro queremos sacar nuestras marcas solo en cosechas excelentes o muy buenas. Y eso es una opción: tener otro tipo de vino, que sea un gran vino, en cosechas que igual no están tan prestigiadas dentro del mercado, pero que recibirían las uvas destinadas a nuestras grandes marcas.
Hagamos lo que hagamos vamos a hacer vino de calidad, porque no sabemos hacer vinos baratos y no sabemos venderlos tampoco. No sabemos negociar con los grandes compradores del mundo de vinos de volumen. Tenemos esa mentalidad. Cada vez que intentamos hacer un vino más económico nos sale carísimo. Al final usamos las mismas barricas buenísimas, las trasegamos igual, seleccionamos igual. Somos malísimos para hacer ese tipo de productos.
– Tienen un cargador de Tesla en la puerta, un programa de ayuda al Tercer Mundo, vinos con color y estructura envidiables. ¿Qué son unos modernos o unos clásicos?
– Tenemos un poco, como aseguran los americanos, de lo mejor de ambos mundos. Me gusta decir que somos clásicos de vanguardia. Somos una bodega clásica, tradicional, que respeta algunos elementos de los vinos tradicionales de Rioja como nuestras variedades, los largos envejecimientos, la trasiega manual, el coupage de uvas y de fincas de varias zonas… Pero a la vez nos hemos adaptado muy bien a los nuevos gustos del consumidor. Nuestros vinos ahora son más frescos que hace veinte o treinta años, mucho más afrutados también, salen más vivos al mercado pero teniendo siempre al final esa sedosidad, esa elegancia, esa sofisticación que es lo que hace que sean reconocidos con ese toque clásico. Es una bodega clásica bien adaptada en mi opinión a las nuevas tendencias del mundo enológico.
– ¿Su próxima inversión?
– Estamos todo el día buscando cosas y analizamos cosas pero solo podemos invertir en zonas, nacionales o internacionales, que puedan hacer vinos de mucha calidad, que se vendan a precio medio-alto o alto y que produzcan vinos en cantidades diríamos razonables. Estar en zonas o con bodegas que solo pueden producir 3.000 botellas de cien euros no es lo que estamos buscando. Necesitaríamos una bodega que pueda hacer 100.000 o 150.000 botellas de mucha calidad. No hay muchos sitios en el mundo que cumplan esos requisitos, así que con esos datos ya puede deducir dónde vamos a invertir.
Al terminar la entrevista dice que, entonces sí, al incorporarse a una cata en la que hay muchos vinos, mucha gente y muchos amigos a los que saludar, se tomaría un blanco, un Lagar de Cervera “para refrescarnos un poquito y luego ya iremos a los tintos”. Y una vez que la grabadora está apagada te recuerda que no le has preguntado, como figuraba en un cuestionario que no se utilizó, cómo se llega a presidente de su empresa. “Se llega -dice entre risas- por enchufe”. Y añade: “Eso conté en mi primera reunión con los empleados, que a ellos los habían seleccionado y contratado; que estaban allí por méritos y yo por enchufe. Se rieron todos y a partir de ese momento nos pusimos a trabajar codo con codo”.