Fue algo así como una demostración de sus poderes. Años y generaciones de empresa familiar que permiten poner encima de la mesa cinco elaboraciones fuera de lo común. El fruto de las mejores variedades y viñedos serenamente actualizado en base al conocimiento, el respeto al entorno y la calidad.
Una iniciativa, presentar las nuevas añadas de sus vinos más destacados, que se extendía por algunas capitales europeas y que ahora llega, por primera vez, a Barcelona y Madrid. La posibilidad de descubrir qué tienen en común, aparte de formar una colección llamada Antología, un blanco y cuatro tintos tan diferentes como Milmanda, Mas La Plana, Reserva Real, Grans Muralles y Perpetual.
La respuesta es muy probable que sea el compromiso de intervenir en la menor medida posible en el campo y en la bodega, reducir extracciones, fermentar a menores temperaturas y no abusar ni de la madera ni de sus tostados. En definitiva, buscar expresiones alejadas de cualquier artificio. Algo que en Milmanda 2016, un chardonnay fermentado en barrica, resulta evidente.
Su crianza, tras seis meses en barrica, concluye -acompañada todavía de sus lías- en acero inoxidable. Es la forma de rehuir toda sensación de pesadez y preservar notas tan delicadas como las flores blancas. Fruta, hinojo, cítricos y volumen sin excesos terminan de configurar un interesante blanco de largo final. Es allí donde se descubren apuntes a madera casi sin tostar que crean la sensación de revestir únicamente el exterior de un vino estilizado, elegante y fresco.
Una buena acidez que se logra, en esta y otras marcas, a base de elegir en las añadas cálidas las parcelas situadas a mayor altura o aquellas cuyos suelos retienen mejor la humedad. Práctica de la que también se beneficia Perpetual 2016, un priorato que asume la personalidad de su variedad mayoritaria, cariñena, y de sus suelos, para integrarlos en un equilibrado vino de guarda que ya permite ser consumido con placer.
Mas La Plana, Reserva Real y Grans Muralles, todos del 2015, forman un abanico de variedades, estilos y suelos. El primero, un veterano y sobradamente conocido cabernet del Penedés, destaca por su intensidad aromática (fruta roja) y su marcada firmeza. Un tinto serio y potente al que le sentará muy bien el reposo en botella pero que se muestra ya envuelto en una cierta suavidad.
En la misma denominación de origen, Reserva Real debe igualmente su estructura a la cabernet sauvignon pero combinada con otras dos variedades bordelesas: merlot y cabernet franc. Todas ellas están plantadas en una de las muy pocas parcelas del Penedés con presencia de pizarras fragmentadas que dan origen a unos suelos pedregosos y poco profundos. En esas condiciones la viña dota a sus vinos de intensidad, fuerza y mineralidad.
Fruta en sazón, frescor en boca y recuerdos a hierbas aromáticas, especias, caramelo y tostados marcan el retorno a la cariñena (con garnacha, querol y pequeñas aportaciones de monastrell y garró). Grans Muralles ofrece sobrada pujanza, como el resto de los tintos, acompasada por la belleza del carácter claramente mediterráneo de sus variedades y su tierra, la Conca de Baberà. Una más de las cartas puestas sobre la mesa para dejar claro el nivel alcanzado en este siglo por los proyectos concebidos en el anterior. Y otra de las oportunidades, en una sesión así, de escuchar confidencias sobre dónde y cómo se diseña el futuro bajo esta luz, tan distinta, del siglo XXI.