Castillo de San Diego, camino de los cincuenta

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Tiene el merecido honor de formar parte de la historia del vino de este país. Fue el  primer blanco joven andaluz y abrió camino a otros muchos dentro y fuera de esa tierra. Castillo de San Diego, conocido en ocasiones por el nombre de la bodega,  Barbadillo, echó a andar cuando encontrar aquí un vino afrutado, ligero y fresco no era cuestión fácil.

La novedosa oferta se extendió por todo restaurante que se preciara y quienes viajaban al sur, a su historia, sus fiestas y sus playas, regresaban contando que habían descubierto algo especialmente grato: un vino blanco. El éxito rotundo, cuando el alma de la bodega, de Sanlúcar y de la manzanilla era el genial Toto Barbadillo, tardó poco en acompañarle. Ahora, sigue disfrutando del reconocimiento de los consumidores al doblar, convertido en un veterano, el recodo del medio siglo.

Ese tiempo lo ha aprovechado para evolucionar y crecer. La añada que ahora llega al mercado, Castillo de San Diego 2018, muestra mayor delicadeza y multiplica su intensidad aromática. Le acompañan recuerdos a piel de uva, leves notas florales y una amplia gama de recuerdos frutales (pera, manzana y plátano). Es un vino fresco, suficientemente maduro, ligero y suave. Su final, con discretos apuntes amargos, le dota de una cierta complejidad. Todo ello hace que resulte agradable, equilibrado y fácil de beber. Y además, por muchas razones, especialmente simpático.

Bodega: Barbadillo
Web: https://www.barbadillo.com
Indicación geográfica: Vino de la Tierra de Cádiz
Variedad: palomino fina
Alcohol: 12 %
PVP: 3,75 euros