Alexandre de Lur Saluces, uno de los hombres que amó de verdad el vino

I.P.L.

Fue cerca de cuatro décadas el alma exigente del más singular de los chateaux. Su apellido, De Lur Saluces y su título -era conde- estuvieron vinculados durante siglos a Château d’Yquem, vino de podredumbre noble nacido entre las nieblas que cubren los viñedos de Sauternes. Allí, en esa denominación de origen situada a unos cincuenta kilómetros de Burdeos, Alexandre de Lur Saluces se dedicó a elevar todavía más la fama de ese blanco sublime hasta que LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy) pasó a controlar la mayoría de las acciones y consiguió, pasado un tiempo, engarzar tan preciada joya en su corona. 

El conde de Lur Saluces fue también un hombre vinculado a España. Estuvo aquí en algunas ocasiones presentando sus vinos. Y en nuestro país, siguiendo las normas de los nuevos propietarios, se despidió de la dirección general de la bodega al cumplir los setenta años. Lo hizo en una cata celebrada en Vinoble. Esa noche un reducidísimo grupo de profesionales, unas siete personas, le rindieron homenaje. La grandeza de los sauternes dio paso, en las Bodegas Pedro Romero (Sanlúcar de Barrameda), a los maravillosos amontillados que acunaban sus botas. 

De nuevo España volvería a ser el foco de una de sus actuaciones. Los propietarios de una botella antiquísima, Chateau d’Yquem de 1806, le llamaron desesperados tras sufrir un accidente. Siguiendo sus instrucciones, los responsables del restaurante Atrio recorrieron la distancia que separa Cáceres del sur de Francia. Allí encuentran la solución: trasvasar el contenido a otra botella algo mayor (no existía ya ese modelo) y completar el volumen con unos cristales.

La fama ha comenzado a perseguir a esa obra de arte que se encuentra, comprueban, en perfecto estado y que alcanzará la cumbre de la popularidad poco tiempo después. Fue la noche en que un ciudadano rumanoholandés y una miss mexicana protagonizan un robo de película. Pero esa es ya otra historia no terminada. La de Alexandre de Lur Saluces llegó a su final el pasado 24 de julio. Su dedicación, su impulso a la calidad y su resistencia numantina a la invasión de un recién llegado a la empresa -Bernard Arnault, hoy el hombre más rico del mundo-, al que recibió con una botella algo más joven (1899), le sitúan en un lugar preferente. En esas páginas de la historia dedicadas al puñado de hombres (y mujeres) que amaron de verdad el vino.
Foto: E. Champion (Wikimedia Commons)