Habrá pocas ocasiones como esta: la calidad al alza y los precios a la baja. La causa, el cierre de la hostelería y el consiguiente reparto de serias cornadas al vino y también al jamón. Una situación que puede durar lo mismo que la pandemia para retomar a partir de allí la senda alcista que interrumpió esta crisis. En el horizonte, ese jamón que nos ha acompañado durante toda la vida convertido en lujo inalcanzable para el común de los mortales. Al menos esa pequeña parte que llevan los mejores apellidos: ibérico y de bellota.
Los extranjeros una vez que lo descubren lo buscan. Y además están dispuestos a pagarlo. Solo les falta superar la repulsión que les produce ver pelos y pezuñas de animal junto a la comida que terminará en el plato. Una posibilidad es recortar o tapar la extremidad de la pata un poco antes de que aparezca esa parte negra que tan desagradables sensaciones parece provocar. Exactamente así las ofrecen en Nueva York los buenos amigos de Mercado Little Spain.
Son de Fermín, empresario de La Alberca (Salamanca), cuyo matadero fue el primero en superar, hace ya más de una década, los requisitos necesarios para exportar embutidos y jamones a ese país. Su labor durante este tiempo, con la ayuda en sus primeros pasos de José Andrés, parece que está dando resultados. Aunque los precios, por encima de 900 euros los de mayor calidad, asustarían a más de un español.
Así que celebremos la suerte que tenemos de vivir aquí y la oportunidad que, por desgracia, ahora nos ofrecen de comprarlos por menos dinero que un año antes. Todo lo necesario es un poco de habilidad, mucho cuidado para no cortarse y un par de cuchillos bien afilados. Y para acompañarlo, nada como un fino o una manzanilla, pero también no pocos tintos y algunos blancos. El vino que más nos guste y un plato de jamón -la mejor combinación del mundo- seguro que ayudan a concluir con buen sabor una año para olvidar. Y a pensar que quizás el próximo sea un poco mejor.
M. J. A.