Fuentes del Silencio: el vino que había que hacer

Está en zona privilegiada y no solo por el silencio al que invitan tanto su nombre como el poco poblado Valle de Jamuz, en la provincia de León. Merece también la más alta consideración por restablecer allí la viticultura perdida, dar nueva vida a parcelas de viñedo  abandonadas y colaborar en la recuperación de variedades casi desaparecidas. Todo eso es Fuentes del Silencio. Y además, un viñedo asentado en parte sobre sedimentos auríferos de una explotación romana. Condición que modifica la composición de la tierra y aporta a las fermentaciones levaduras y bacterias diferentes a las habituales. 

Esa realidad, casi lírica, ha servido para elaborar inicialmente vinos experimentales y ahora, pocas añadas después, otros parecidos. Cada vinificación sigue aportando datos y resultados a la enóloga de la casa, Marta Ramas, para continuar la aventura iniciada con el asesoramiento de Raúl Pérez. Huella que sigue presente en un estilo que incluye el pisado con delicadeza (preferiblemente femenina) de la uva y en presencia de su raspón.

Frío, poca lluvia y viento crean las condiciones necesarias para que resulte sencillo abrazar una viticultura ecológica y reducir al mínimo cualquier intervención. A partir de allí, con pequeñísimas producciones y la más fresca versión de la mencía, acompañada de alicante bouschet (garnacha tintorera) y en ocasiones otras variedades, se construyen tintos, sobre todo, diferentes. Un prodigio de delicadeza e intensidad extendido por todas las parcelas que les dan nombre.

Las Jaras 2017 (16, 50 euros) abre camino, con un toque goloso, a la impronta perfumada (violeta) de los aromas frutales, a la estructura justa de las elaboraciones y a la elegancia de sus sensaciones. Las Quintas (27,50 euros) consigue expresiones parecidas en sus añadas 2016 y 2017. Le da forma su complejidad, carácter, contenida fuerza y una atrevida, además de agradablemente salvaje, expresión frutal.

La Gándara 2016 (47,50 euros) repite, elevado a la máxima expresión, el sensual discurso que inspira esta bodega. Cepas viejas plantadas en las zonas más altas, fermentación en tinas troncocónicas y crianza en barricas francesas de gran tamaño para exhibir especial finura y delicadeza. Un tinto complejo, serio, equilibrado, tenso, largo  y revestido de una enorme capacidad de seducción. Probarlo, o probar cualquiera otra de las marcas, permite comprobar cómo avanza este país en el que siguen quedando vinos por hacer y proyectos por emprender.