Se celebraba en Madrid y se anunciaba como el I Salón de Riojas de Pueblo. Una categoría establecida por el Consejo Regulador para aquellas botellas, a partir de la cosecha de 2017, que reflejen la identidad de un municipio, se elaboren en bodegas de ese término y con uvas, salvo mínimas aportaciones justificadas por la tradición, de la localidad.
La letra pequeña aclaraba -todo un acontecimiento- que entre las novedades estarían algunos de los primeros vinos de viñedo singular. La parte central, y la más exigente, de los círculos en que se divide esa denominación de origen en función de la zona. Para alcanzar tal reconocimiento se exigen viñedos viejos, producciones limitadas y una calidad excelente.
Todo ello era verdad. Y también que la incontenible fuerza de esa tierra, además de la variedad, cantidad y calidad de sus personalísimos vinos es tanta y despierta tanto interés que desborda siempre cualquier convocatoria. La treintena de representantes de la asociación Bodegas Familiares de Rioja mostraron, agrupados por comarcas, aquello que los une y el estilo (entendido como suma de vidueños, suelos y climas) que los separa.
Una fiesta de los sentidos con los más diferentes vinos. Entre las propuestas de Bodegas Perica destacaba su Perica Reserva 2011. La clásica combinación de variedades, 90% de tempranillo y el resto de mazuelo y graciano, para construir un tinto maduro, redondo, equilibrado y sabroso. En el otro extremo, un profundo e interesante monovarietal de maturana tinta, Nada Que Ver 2010, de Martínez Alesanco. Y más allá, la rompedora apuesta de un gratificante blanco fermentado en barrica A Veredas 2016, con sauvignon blanc y chardonnay a partes iguales, de Nestares Eguizábal.
Una interminable relación en la que no faltaban vinos cargados de grandeza. Uno de ellos, a partir de viejas cepas plantadas en vaso, Solo Garnacha 2017, de Arizcuren. Y, especialmente, una muestra de barrica, de otro viñedo de la misma variedad y bodega, que cuando termine su crianza de dos años en madera y alguno más en botella, se convertirá en Barranco del Prado 2018. Una explosión de fruta y hasta de color capaz de consagrar a su creador.
Las numerosas marcas de Juan Carlos Sancha, probablemente el único elaborador de Rioja que no utiliza tempranillo, son la bandera de su lucha por evitar la desaparición de variedades. Ad Libitum Maturana Blanca 2018 te traslada a la historia de Rioja. Peña El Gato 2017 es una vieja garnacha delicadamente cuidada en barricas francesas de tamaño grande (500 litros). Cerro La Isa 2017 tiene mucho de homenaje a los viñedos salvados de ser arrancados y a tantos otros que no lo fueron. Sus cepas, de 112 años, ofrecen un vino intenso y elegante como pocos que llegará al mercado con la inscripción de viñedo singular. Probarlo algún día puede ser la mejor forma de entender la necesidad y el significado de esa nueva categoría.