Se enamoró del vino cuando estudiaba para ingeniero agrónomo, tanto que cuando acabó la carrera hizo un Master en Viticultura y Enología. Pocos años después se fue de España y pudo ampliar conocimientos en varios países, para luego obtener el Diploma de WSET y, como continuación, seguir el programa de Master of Wine. Durante algún tiempo fue el único en ostentar ese título en España. Hoy, afortunadamente para este país, comparte ese honor con otros compatriotas. “No tuve que decidir mucho para llegar a Master of Wine, –explica-, fue una evolución suave. Disfruto aprendiendo de vino y en el recorrido del aprendizaje me fueron apareciendo las etapas siguientes”.
Durante años ese título fue visto en España como algo inalcanzable. ¿Es más difícil superar las pruebas para un español? ¿Influye el tipo de vinos que se cata, el idioma o alguna otra razón?
Creo que había desconocimiento, y, como decía Valdano, mucho miedo escénico. Había algunas barreras, como la necesidad de trabajar en inglés, aunque creo que las nuevas generaciones no tienen tanto problema con las lenguas extranjeras. En cualquier caso, hoy por hoy España es un país netamente exportador, la gente del vino debe trabajar en inglés. También es verdad que hasta hace poco España era un mercado muy cerrado, donde era muy complicado hacerse con vinos extranjeros que no fueran champán. Bélgica, donde vivo, es un paraíso para el comprador curioso de vinos, encuentras de todo, y eso es una ventaja. Finalmente, antes había una mentalidad de bastante desinterés por los vinos extranjeros, sin querer aceptar las realidades que i) son nuestros competidores y lo hacen muy bien, ii) hay centenares de vinos extranjeros maravillosos.
Lo de la dificultad es un poco una excusa. Para mí son muy difíciles los exámenes de bombero o la carrera de medicina, porque son cosas que siento alejadas de mí, pero aprender de vino me parece una oportunidad más que un problema. Hay que trabajar para hacerse MW, pero es un trabajo gozoso. Si a uno le parece que la dificultad es la primera barrera, es que no le gusta suficientemente, lo que me parece muy respetable.
¿Cómo ha cambiado su vida desde que ha añadido las iniciales MW a su tarjeta de visita?
Mi vida profesional en el vino ha cambiado bastante, gracias a un reconocimiento y un interés por parte del sector. También me ha dado la oportunidad de servir a mi país. En lo demás, quisiera mantener lo bueno de lo que tenía, y toda mi independencia. No quisiera sentirme un MW todo el día, me parece que el vino es una cosa apasionante, sobre todo si se disfruta con muchas otras cosas apasionantes.
Supongo que se ha dado cuenta de que le cae bien a la gente y hay quien lo describe como un hombre prudente y sabio.
Me halaga y me llena de buenas energías que se diga eso, pero pienso que el dulzor de la vida hay que beberlo desde dentro.
¿Dónde estamos como país vinícola?
España en un grandísimo país vitivinícola. Estamos mejor que nunca. Tenemos el mayor valor de producción de la historia, somos un competidor formidable, con muchas empresas fuertes, abundan gentes del vino muy capacitadas y a menudo creativas, sabemos cada vez mejor poner nuestros paisajes y nuestras historias en clave líquida. Nos falta mucho por mejorar, como a cualquier otro país, y es más que sano que critiquemos y protestemos. Pero no olvidemos donde estamos.
Hay cosas que nos faltan por hacer, empezando por un esfuerzo de investigación y desarrollo, continuando por un respeto y apoyo a la gente más creativa, una gobernanza más lungimirante, una devolución al viñedo de la importancia política que tiene como articulador del territorio, una política de relevo generacional en el campo, una formación más internacional y muchas otras cosas. Pero hay mucho hecho, que no se debe despreciar.
Pero ¿cómo es el vino español y qué puesto ocupa en el mundo?
El vino español es un concepto abstracto, político, social y emocional. No se corresponde con una única realidad. Somos el país de las montañas y de los reinos que se unieron por acuerdo, que no por conquista. La característica principal de lo español es la diversidad. Tienen más en común un vino catalán con uno sardo que con uno valenciano, un vino gallego con un portugués que con uno vasco.
Lo que sí existe es el concepto de vino español en el comercio y en la comunicación. Los importadores y prescriptores están a menudo especializados en vino español, no porque haya algo en común sino por seguir un Estado. Las políticas son, en parte nacionales (aunque también europeas y regionales), y los sistemas de apoyo al sector también siguen el esquema de los estados-nación. Esa es la sustancia del vino español (¡afortunadamente, porque adoro la diversidad de mi país!).
Respeto las estadísticas y estudios sobre el puesto del vino español en el mundo, pero me parece que dan únicamente una idea económica. La segmentación extrema es una característica fundamental de este sector, en España y en cualquier sitio. No tiene nada que ver el mercado de los graneles anónimos con el de los vinos icónicos. Ni siquiera se puede hablar de mercado de vinos con y sin DOP. El valor de Rioja o Priorat no es comparable al valor de otras DOP (que no menciono, para que nadie se sienta menospreciado). Y dentro de Rioja poco tienen que ver un cosechero con un gran reserva de marca mítica. Por tanto, hay muchos puestos de muchos vinos españoles en el mundo; algunos están estupendamente (no solamente los más caros, que las mayores fortunas del vino se hacen con el vino corriente), otros pasan penas. Algunos son ejemplares, otros tienen mucho que aprender. Algunos tienen las ideas claras y una estrategia consensuada, otros se dedican a criticarse mutuamente. En algunos sitios se progresa con la cooperación, en otros, la posición dominante de unos agentes sobre otros resulta en bloqueos. En España hay de todo, como en botica.
¿Qué cambiaría si pudiera?
Uuuf, ¡¡que preguntita!! En general, la única respuesta honesta que puedo dar es que no creo que haya fórmulas mágicas ni remedios universales, y que yo no cambiaría nada si no tuviera el apoyo de la mayoría de las gentes del sector. Creo además que los cambios tienen que ser como las viñas, que se plantan para muchos años, y conforman un modelo de territorio y de sociedad. No vale proponer cambios frívolamente si no hay una visión coherente e informada que acompañe la propuesta.
Un poco más en particular, pienso que hay cambios tácticos, estratégicos y estructurales. Los primeros son de la competencia de los que están en el negocio, que saben mucho más que yo. Los otros necesitan discusión y un cierto consenso, con lo que no me atrevo a sugerirlos así de primeras. Además, no nos engañemos, en los cambios de calado hay componentes ideológicos, históricos y sociales que los condicionan. Me gusta discutir con las gentes del vino sobre el cambio, entender y pensar sobre los problemas, quizás sugerir alguna idea concreta, pero huyo de pretender ser un pequeño profeta por mi cuenta.