Gregorio Muñoz: “Sin El Encín hubiesen desaparecido un gran número de variedades”

MARÍA JESÚS ALONSO

“En la finca El Encín tenemos la colección de variedades más grande y antigua de España y una de las mayores del mundo con 3.700 entradas. El equipo de Enología y Viticultura las conserva, las identifica morfológicamente y genéticamente y evalúa las características de sus uvas y sus vinos”. Con esas palabras reafirma la importancia del legado Gregorio Muñoz, el hombre que ha estado durante tres décadas al frente de ese equipo hasta que hace unos meses asumió la dirección del departamento de Investigación Agroalimentaria del IMIDRA (Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario), el organismo de la Comunidad de Madrid de quien depende El Encín.

“Yo nací entre viñedos -explica cuando le preguntan por sus primeros recuerdos-, en La Villa de Don Fadrique (Toledo). Soy hijo de viticultores y lo que más me atrae de la vid y del vino es la gran diversidad existente tanto en uvas como en vinos y su cultivo por el ser humano desde hace miles de años”. 

-Se acaba de inaugurar un herbario en el Real Jardín Botánico. ¿Qué importancia tiene?

El herbario posibilitará la realización de estudios de identificación de variedades de vid cultivadas en el pasado, en la actualidad y también su evolución con el cambio climático. Se compone de cuatrocientos pliegos que contienen hojas, brotes y racimos en flor de doscientas variedades de vid cultivadas actualmente en España. Hay dos copias originales, una en el Real Jardín Botánico de Madrid y la otra en la Finca El Encín y se pondrá a disposición del público otra copia en formato digital.

-¿Cómo sería la viticultura de este país si no hubiese existido El Encín?

La colección de variedades y los estudios realizados han posibilitado su conservación (algunas habrían desaparecido), su correcta identificación (ha permitido generar una gran base de datos a nivel morfológico y molecular que nos posibilita identificar variedades de distintas zonas y épocas) y, muy importante, se ha generado un enorme conocimiento sobre aspectos como su productividad, resistencia a enfermedades, adaptación a diversas zonas de cultivo o características de sus mostos y de sus vinos.

-¿Salvar variedades de la extinción será una de sus preocupaciones?

Exacto, la colección de variedades está formada por material que se comenzó a recoger a finales del siglo XIX. De no haber realizado esta recolección y conservación, hubiesen desaparecido un gran número de variedades de vid cultivadas desde la antigüedad y no hubiésemos sabido sobre ellas ni tendríamos la oportunidad de volverlas a cultivar. 

-¿Y por qué tiene tanta importancia?

La importancia de la conservación y conocimiento del patrimonio genético de la vid es enorme. Nos permite dar solución a problemas presentes y futuros de la vitivinicultura, como adaptarnos a las condiciones de cambio climático, cultivar uvas más resistentes y por lo tanto más saludables y respetuosas con el medio ambiente y aumentar la tipicidad de los vinos y la diversidad de productos ofertados al mercado. 

-¿Cuántas variedades hay en nuestro país y cuántas se utilizan realmente?

Las variedades de vid que tienen autorizado su cultivo en nuestro país son las que aparecen en el Registro de Variedades, en torno a trescientas incluidas las variedades de vinificación y las de mesa. Sin embargo, no todas se utilizan por igual: el 80 % de la superficie del viñedo lo ocupan solo nueve. La tendencia actual es a incrementar el cultivo de variedades poco conocidas para aumentar la diversificación y la tipicidad de los vinos.  

-¿Supongo que los análisis genéticos de las plantas han supuesto algo parecido a una revolución científica?

Totalmente, los análisis del ADN de las plantas han revolucionado los estudios de identificación y mejora de las variedades de vid. Gracias a esta herramienta podemos identificar el material con mayor rapidez y seguridad. Además, podemos acelerar en el tiempo procedimientos de mejora varietal en aspectos como resistencias a enfermedades o apirenia (uvas sin semilla) entre otros.

-Últimamente se han localizado cepas de benedicto, uno de los progenitores del tempranillo, en Rioja, en Ribera del Duero y en Madrid. Hay además constancia de que existe en Aragón, de donde procede, y puede que en alguna zona más. ¿Cómo es esta historia?

Sí, gracias a un proyecto financiado por el INIA ((Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria) entre los años 2012 y 2015 se prospectaron e identificaron más de 2.000 plantas de viñedos centenarios de todas las regiones vitivinícolas españolas. Entre el material encontrado está la variedad benedicto, la madre biológica de la tempranillo y que se conserva en la colección de El Encín pero no se esperaba estuviera todavía en viñedos actuales. De hecho se localizaron cuatro plantas, una en Aragón y tres en la Comunidad de Madrid, que indican que esta variedad se cultivó hace tiempo en estas regiones.

-Además de evitar su desaparición y elaborar vinos con esa variedad ¿permitirían estos hallazgos crear nuevos clones de tempranillo?

-Nuevos clones de tempranillo no, pero sí que se podrían conseguir nuevos hermanos ya que conocemos a ambos padres y podríamos hacer nuevos cruzamientos con ellos. 

-¿Graciano, tintilla de rota y parraleta son la misma variedad?

-Graciano y tintilla de rota son genéticamente idénticas, se trata de clones distintos de una misma variedad, que se cultivan en áreas geográficas diferentes (Rioja-Navarra y Andalucía respectivamente). Sin embargo parraleta es una variedad distinta, que no tiene nada que ver con las anteriores ni genéticamente ni por sus características agronómicas y enológicas. Se cultiva en Aragón, en la zona del Somontano principalmente.