Ocurra lo que ocurra, siempre nos quedará Sanlúcar. El nombre que muchos de los que aman a esa ciudad suelen utilizar para referirse a Sanlúcar de Barrameda. La encrucijada a la que ahora se enfrenta ese rincón del Sur se resolverá en las próximas horas. El viernes 19 de noviembre a las 13.30 horas se procederá a la apertura del sobre que contiene el nombre de la comunidad o localidad seleccionada como Capital Española de la Gastronomía 2022.
Un premio que, como todos, tiene la ventaja de servir de promoción a quien lo recibe. En cualquier caso, llegar hasta allí es un galardón. Y la necesaria revisión de lo que se ha hecho hasta ahora y de lo que queda por hacer. La gastronomía, que se lo pregunten a la Guía Michelín, es mucho más que un plato. Espacios, paisajes, servicios, edificios y urbanismo completan necesariamente la oferta.
Mejorar constantemente es otro tipo de reconocimiento que también suele ir acompañado del éxito. La gastronomía, que no existe sin vino, seguirá teniendo en Sanlúcar muchas citas pendientes. Así lo veíamos cuando empezaba esta aventura que ahora (de momento) termina:
Quien no haya visto ponerse el sol sobre Doñana desde la segunda planta de Casa Bigote tiene algo pendiente. Y si lo ha hecho en compañía de unos langostinos de Sanlúcar de Barrameda y una manzanilla en rama añadirá dos cosas más a contar en la vida.
Sanlúcar está, parafraseando al Divino Calvo, donde tiene que estar: junto a la desembocadura del Guadalquivir, el lugar donde se crían los mejores langostinos del mundo. Frente a esas aguas, a un lado el Parque Nacional y al otro, un barrio que fue de pescadores, Bajo de Guía. Allí se arraciman un puñado de restaurantes -no solo Bigote- que se han multiplicado creando tabernas con una oferta presentada de manera más informal. Y en todos ellos, las delicias de la zona (acedías y otros muchos pescados, sopas de galeras…) regadas -cuando el visitante sabe apreciarlos- con los vinos de unas bodegas situadas unos metros más allá.
Y en calles más céntricas, locales como Argüeso que ocupan una parte de esos cascos bodegueros abrazando una apetecible fusión japogaditana y clásicos que mantienen por enseña las tortillas de camarones, como Casa Balbino, o las papas aliñás, como Barbiana. Y bares donde ofrecen exquisitos chocos a la plancha o rincones, no siempre fáciles de encontrar, en los que tal vez sigan preparando arroces con pato.