La idea nació durante la visita a unas viñas situadas muy cerca de la prisión de Can Brians. Junto a ellas, una masía abandonada, Can Margarit, que tuvo bodega. Solo faltaba crear un vino que transmitiera la pasión por la viticultura y la enología y facilitara la integración social y laboral de los presos. Pepe Raventós se dedicó en 2018 y 2019 a realizar gestiones para lograr un convenio que permitiera ver hecho realidad este proyecto.
En septiembre de 2018 cinco reclusos formaron parte por primera vez del equipo de vendimia de Raventós i Blanc. Volvieron al trabajo cuando hubo que podar, limpiar bosques o de nuevo vendimiar ya en 2019. De esa cosecha hay unas 2.000 botellas que permiten presentar Ciutat Nau (ciudad desnuda). Un paso para “dar alegría e ilusión y formación”. Y también, para hacer realidad un sueño: transformar la masía abandonada en un lugar donde enseñar y elaborar.
El vino es un xarel·lo ecológico de mínima intervención vestido con etiquetas que llevan impresas las huellas dactilares de varios presos y algunas frases en las que opinan sobre sus condenas. Solo se podrá comprar a través de la Fundación Ared que preside Judit Mascó. El dinero recaudado se destinará a la reintegración de mujeres de la presión Wad-Ras y a obras en Can Brians 2.
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