Primer Día de Cosecha, el homenaje a la tradición de una tierra

Es una imagen dentro de otra. Carlos Sainz mira y sonríe a la cámara con la eficiencia de un profesional al tiempo que le muestra dos botellas. Con ellas repite un gesto parecido al que proclama o celebra una  victoria. La etiqueta ya no deja lugar a dudas. Es el perfil del triunfo -en un circuito, en un rally o en cualquier otra plaza- el que está dibujado sobre los recipientes diseñados para no permitir el paso a uno de los enemigos del aceite de oliva: la luz. 

Éxitos de este piloto de carreras que parece compartir con Castillo de Canena.  Motivos no faltan cuando se han alcanzado ya quince ediciones de una elaboración espectacular que recupera la curiosa costumbre olivarera del primer día de cosecha. La única manera, décadas atrás, de poder disfrutar de aceites más frescos y fragantes huyendo del atrojado, un defecto entonces frecuente causado por el almacenamiento prolongado de las aceitunas.  

Ahora en esta época cuajada de alardes tecnológicos al servicio de los olivos, del batido de sus aceitunas y de la extracción de su zumo solo hay que esperar a que las lluvias o su ausencia, junto con otros amigos o enemigos, acompañen el ciclo de la cosecha. Y permitan una vez más gozar de una arbequina como siempre elegante, delicada, aromática, con tenues notas a manzana y hierba verde acompañadas por el ligero picor que señala el poco tiempo transcurrido desde que abandonó la almazara. 

Producto más que envidiable si no compartiera destino con un picual denso, largo, intenso y cargado de fuerza. Está marcado por incontables matices (hoja de tomate, piel de aceituna, plátano, almendra cruda…) que realzan su interminable presencia con notas amargas y picantes. Todo un carácter que se permite eclipsar a cuanto le rodea rindiendo el mejor homenaje posible a la tradición de una tierra.
Más información: https://www.castillodecanena.com