Pio X 1903, la caricia de un incunable

Entre los mayores tesoros de González Byass, sus tres archivos: el histórico y documental, el líquido, con sus soleras fundacionales, y el botellero, recién clasificado y puesto en valor. Un lugar que conserva buena parte de la historia, la genialidad y la grandeza de los vinos de esa tierra.

Los escritos nos hablan de la vieja costumbre de seleccionar y embotellar algunas botas en honor a los papas recién elegidos. Pedro Nolasco González de Soto, hijo del fundador, dedicó un viejo jerez al nuevo papa Pío X en 1903. Algo que ya había hecho su padre con ocasión de la llegada al trono de San Pedro de otros pontífices. La compañía todavía conserva las botas dedicadas por  Manuel M. González, el creador de la bodega, a Pío IX (fechado en 1846) y a León XII (fechado en 1878).

Es probable que Pío X 1903 esté elaborado con moscatel menudo blanco, variedad que se cultivaba en Jerez  a mediados del siglo XIX. Años más tarde sus plantaciones, arruinadas por la filoxera, fueron reemplazadas por moscatel gordo blanco (moscatel de alejandría) que sigue siendo una de las dos variedades dulces permitidas por la DO Jerez-Xerez-Sherry. Cuando Pío X se embotelló ya era un vino de edad venerable, que probablemente había cumplido su primer medio siglo, y también, muy valorado. En el inventario aparece con un precio a la altura de las grandes soleras de la casa: setecientos reales de vellón.

Pío X, que no ha sido encabezado, tiene nueve grados de alcohol por lo que hoy no puede ser considerado un jerez. Proviene de una sola bota en su día llena y de la que quedan noventa litros. Nunca se ha refrescado ni ha tenido apenas sacas. Dada su vejez, y para evitar riesgos, ha sido embotellado. Cien de las 120  botellas que existen se han puesto –numeradas- a la venta. Las veinte restantes se custodian en el botellero de la familia González, El Aljibe.

Pío X es un vino dulce de alegre paso de boca, sorprendente frescura y complejidad con notas de higos secos, nueces, melazas, laca, café y especias. Su final, a pesar de sus 650 g/L de azúcares, es casi cítrico y nada empalagoso. La explicación se encuentra en una increíble acidez, 14 g/L, que alcanza por concentración tras años y años de constante y lenta evaporación. Vino irrepetible que transmite a quien lo prueba sensaciones similares a la caricia de un incunable.

Bodega: Gonzalez Byass
Web: www.gonzalezbyass.com
DO: No tiene
Variedad: moscatel menudo blanco
Alcohol: 9 %
PVP: 1.850 €

Luis Oliván